YAMAGOMORI Y SHUTSUZAN
*** Este texto es un capítulo del libro de Hatsumi Sensei "Essence of Ninjutsu - the nine traditions" ***
YAMAGOMORI Y SHUTSUZAN
Mucha gente conoce la historia de Yoshitsune, de la familia Minamoto, llamado Ushiwakamaru en su juventud, el cual estudió artes marciales bajo la tutela de Kiichihogen en el Monte Kurama, donde se venera a un Dios guerrero llamado Bishamonten.
La gente tiene diferentes motivos para retirarse a las montañas a estudiar Ninpo u otras artes marciales. En el caso de mi mentor, Takagi Oriemon, del cual tomé las enseñanzas del Takagi Ryu, su motivo para pasar treinta y siete días practicando en el Monte Kurama fue su deseo de entender por qué perdió el combate contra Yagyu Tajimanokami del Yagyu Ryu.
El día en que se cumplía su promesa de permanecer treinta y siete días de continuo entrenamiento, Oreimon tuvo un sueño en el que era atacado por un tigre grande y feroz que se hacía más y más grande a medida que se acercaba a él. Oriemon intentó apuntar su lanza directamente a la faz del tigre y súbitamente una nube oscura apareció y el sueño se desvaneció.
Un débil cántico descendió de las nubes como el sonido que cuelga en el aire del oscuro mundo de los sueños. Las nubes se disiparon y la luna llena brilló. En aquel momento Oriemon comprendió intuitivamente la importancia de los propios ojos. Oriemon combatió de nuevo con Yagyu y los documentos muestran cómo levantó su espada, apuntó a sus ojos y salió victorioso.
Algunos de vosotros pondréis en duda que esto fué por el sueño, pero un sueño puede ser comprendido como una vía para expresar un despertar espiritual referente a la intersección entre el vacío y la realidad presente: un gran tigre puede representar un guerrero fuerte, y la verdadera oscuridad puede representar cómo el propio cuerpo y mente vagan por el espacio.
Comprendo que estas explicaciones son difíciles de entender y lo único que se puede decir es que nosotros nos atenemos a las reglas de expresión de las artes marciales. Esto significa hacer uso de formas de expresión mágicas y de ritmos musicales para comunicar la esencia del arte. Hay un dicho popular, "El pueblo que brilla a la luz de la luna deja impresiones diferentes en las almas de personas diferentes".
Los caracteres chinos para referirse a "fuerza" e "insignificancia", se leen ambos como mu en japonés. Por lo tanto, insignificancia es lo mismo que fuerza.
Espero que entendáis que mi intención es introduciros en el mundo del Ninpo a través del método de expresión basado en la insignificancia, en la carencia de importancia. No confundir, sin embargo, la esencia de Satori (la iluminación mental) y el Kaigen (despertar espiritual). Intentemos echar un vistazo a la esencia de la iniciación dentro de los misterios del ninjutsu siguiendo la experiencia de Takamatsu Sensei, de cómo él consiguió la visión e intuición espiritual dentro del ninjutsu y del budo o la vía del guerrero.
El nombre de Takamatsu Sensei de niño era Jutaro, y en el mes de marzo de su veintitresavo año de vida, Jutaro volvió a Japón. En su corazón, ansiaba visitar la tumba de su novia Kogane, y también a su abuela, que vivía en el distrito Higashi Shirikecho de la ciudad de Hyogo. Cuando ella vió su cara lloró de júbilo. Él le explicó la razón de su retorno a Japón.
Desafortunadamente no volvía con buenas noticias, sinó para curar su enfermedad, el beriberi. Él insinuó su intención de recuperarse allí, y ella le abrió su casa y le dijo que podía quedarse todo el tiempo que quisiera.
Había transcurrido un mes cuando llegó un mensajero de su padre, desde Akashi. El mensajero dijo que si la abuela insistía en cuidar del joven Jutaro, el padre dejaría de enviarle la asignación mensual, a lo que la abuela replicó, "¿Quién cuidará a mi querido nieto en su enfermedad si no lo hago yo?. Su padre me dice que yo no puedo cuidarle pues si no él dejará de enviarme la asignación. ¡Que se quede con su dinero! Yo cuidaré de mi nieto aunque tenga que trabajar para hacerlo, a pesar de mi edad. Por favor, dígale esto a mi hijo."
Mientras ella despedía al mensajero, Jutaro se arrastró desde su cama y le dijo al mensajero, "¡Gracias a Dios que ha venido! Pensaba partir pronto. Estaré bastante bien en un par de días."
Su abuela sabía que no sólo estaba enfermo de beriberi, sino que también sus pulmones estaban dañados, por lo que le dijo con lágrimas resbalando por su rostro, "Jutaro, no importa lo que diga tu padre, yo te curaré sin importar lo que tenga que hacer para ello. Te quedarás aquí."
Jutaro no toleraba causar molestias a la abuela en su propio provecho y aunque ello le provocase la muerte, él no podía ir contra la vía del ninja. Recordó la cara sonriente de su maestro, Toda Sensei, diciendo, "Incluso cuando te enfrentes con la muerte segura, muere riendo."
Dos días después de la llegada del mensajero decidió partir. Pensaba que cuanto antes se marchara menos molestias ocasionaría a su abuela, así que esperó a que ella estuviera fuera de la casa, y entonces partió, sin nada más que las ropas puestas. Decidió dirigirse al Monte Mayasan (Maya es la madre de Buda). Arrastrando sus pesadas piernas, afectado por el beriberi e hinchado como un elefante, Takamatsu Sensei viajó hacia las cascadas Kamenotaki, en la montaña, para ver a su madre "natural", a quien todavía no había encontrado. Si no hubiera estado entrenado en ninjutsu, el estado de sus piernas le hubiera hecho imposible moverse. El sentido de la justicia que él tenía es lo que le hizo querer vivir sin molestar a su abuela, y lo que forzó a sus piernas a moverse.
Era a principios de verano y Jutaro miraba al cielo mientras ascendía por el sendero de la montaña. A veces sus ojos se llenaban de lágrimas cuando realizaba el gran esfuerzo que representaba dar cada paso. "¡Kogane también murió! Yo voy a morir de todas formas, pero prefiero morir en soledad.
Aunque era época de lluvias, el sol era muy fuerte. De niño, Jutaro había subido al monte Maya muchas veces, pero aquel día parecía costar infinitamente más; parecía más alto de lo habitual. Se arrastró con sus manos y sus rodillas, pero finalmente alcanzó Kamenotaki (las Cascadas de la Tortuga). Llegó a una pequeña cabaña que medía solamente unos dos tatamis, que vienen a ser unos cuatro metros cuadrados. La barraca tenía las paredes de tablones de unos dos metros de altura, y estaba totalmente descubierta.
Había comprado tres sho de arroz (unos seis kilos y medio) sin pulir en una arrocería al pie de la montaña y se le había hecho tan pesado que parecía como si hubiera transportado una bala entera de arroz.
Jutaro no tenía cerillas porque no fumaba y al momento pensó, "Maldición, olvidé traer cerillas", pero recordó lo que su maestro le enseñó. Toda Sensei había dicho, "Es importante para un ninja comer los alimentos crudos; uno no tomará comida cocinada. La gente empieza a perder su vigor, su energía y su sexto sentido como resultado de comer alimentos cocinados". En aquel momento el alma de Jutaro se iluminó con las enseñanzas de su maestro. Toda Sensei también decía, "El ninja debe llegar a familiarizarse con la comida natural. Nosotros podemos comer alimentos sin cocinarlos. Primero necesitamos agua. Pero beber agua no es suficiente. Debes llenar tu pecho con aire fresco y puro de las montañas". Jutaro forzó una sonrisa cuando empezó a comprender por qué la gente decía que los ermitaños vivían del aire.
Jutaro lavó el arroz y lo colocó sobre una piedra. Utilizó los rayos del sol como horno y muy pronto después de frotarlo entre sus manos, el arroz se convirtió en polvo. Se puede meter ese arroz en la boca y triturarlo con los dientes (en las comidas típicas ninja a menudo se hacía uso de nueces, raíces y hierbas de la montaña). Mientras comía, Jutaro le habló a una fotografía de Toda Sensei. Una luz apareció ante la comida y él continuó comiendo y pensando en Toda Sensei, Ishitani Sensei y Mizutani Sensei, los cuales estaban en el cielo, y el arroz crudo comenzó a parecerle la comida más deliciosa del mundo.
Sintió que recobraba las fuerzas. La soledad enfría el corazón de las personas por lo que decidió buscar algún amigo. El viento y los pájaros le llamaron. Los animales le llamaron en la distancia.
No era conveniente moverse en la noche porque allí no había luces, pero Jutaro no tuvo dificultad ya que estaba entrenado en las técnicas Ninpo de "ver a través de la oscuridad".
Una noche Jutaro se despertó sobresaltado cuando alguien gritó, ¡Kaire! (¡véte a casa!). El grito desgarrador le revolvió las tripas e interrumpiendo la oscura quietud de la noche. Jutaro era valiente, así pues se volvió a dormir. Más tarde averiguó que se trataba de un determinado pájaro.
Un día, al amanecer, Jutaro oyó gente caminando por el borde de las cascadas. Estaban bañándose y ejecutando cánticos y oraciones. Quizás estaban practicando las enseñanzas de Buda, porque Jutaro pudo oír sus voces en la distancia recitando escrituras budistas. El no sabía nada de oraciones o escrituras. Estaba totalmente exhausto, por lo que se estiró en el suelo con su cuerpo y su alma envueltos en un simple kimono.
Aunque era el mes de Junio, por las noches hacía frío y el aire frío de las montañas ataca el cuerpo, así que para luchar contra ese frío Jutaro reptaba con sus brazos, arrastrando sus enfermas piernas tras él. Quizás el espíritu de la luna llena reflejado en el agua le atrajo hacia las cascadas. Jutaro parecía flotar en la hoya y dejó que el agua que caía de las cascadas golpeara su cuerpo. Empezó a repetir las oraciones que los seguidores de Buda habían cantado y a recitar escrituras que él nunca había aprendido, como si la cascada de agua hubiese estimulado sus cuerdas vocales.
Algunos días más tarde, un anciano vió a Jutaro bañándose bajo las cascadas y se acercó para hablarle, "Muchacho, pareces estar practicando el ascetismo, pero ¿cuál es el motivo de tus oraciones?". Jutaro apenas podía hablar pero respondió, "Quiero curar mi enfermedad".
Los ojos del anciano se iluminaron cálidamente, "Eso no será muy difícil. Tú tienes beriberi y lombrices en el estómago. Yo puedo curarte. Vamos a librarnos primero de las lombrices", le dijo.
El viejo juntó sus manos en una de las posiciones del Kuji-in-to-in (los sellos de la espada)- y, profiriendo un alarido, golpeó a Jutaro en el estómago con las manos unidas en esta forma y murmurando unos sonidos.
Jutaro se extrañó con cierto grado de sospecha, "¿Cómo puede este anciano pensar que puede curar de esta forma supersticiosa?".
El anciano dijo, "Estarás libre de las lombrices en dos o tres días. Yo volveré entonces, mi joven amigo". Subió a una roca y se alejó caminando, pero parecía como si sus pies no tocaran la tierra.
La lluvia cesó y el sol comenzó a brillar al tercer día después de la partida del anciano. Jutaro sintió un gran dolor en su estómago y corrió tras la cabaña para aliviarse. Encontró dos tipos diferentes de lombrices y después de un examen minucioso vio que una lombriz tenía una línea vertical bajo su lomo mientras que la otra la tenía horizontal. "Qué extraño. Realmente el viejo lo hizo. Qué anciano tan extraño." Jutaro empezó a sentirse atraído por el misterioso poder del viejo.
Diez días después, el viejo apareció de nuevo. "¿Cómo estás muchacho? Creo que ya te has librado de las lombrices, verdad?". "Sí, y se lo agradezco muchísimo". Jutaro arrastró sus pesados pies para acercarse al anciano. Este, que lo había estado observando con ojos penetrantes dijo, "Bien, entonces hoy nos ocuparemos del beriberi." El anciano juntó sus manos en la posición to-in otra vez. "Y esta vez no tardarás diez días en sanar, pero no te preocupes".
Cuando hubo terminado, el viejo desapareció de nuevo silenciosamente. Sin darse cuenta, Jutaro se sentía preocupado por el extraño viejo. Por otro lado, empezaba a recuperar sus sentidos.
A la mañana del séptimo día, Jutaro prometió que se sentaría bajo las cascadas y permanecería allí. Se arrastró bajo la cascada ayudándose de una roca. Una gran cantidad de agua le caía encima empujando su cuerpo y sus hombros hacia abajo, pero sus piernas fueron capaces de aguantar el peso. Jutaro se sintió lleno de alegría. "¡Estoy vivo!". Sintió como si pudiera trepar por la cascada empujando el agua.
Después de subir a lo alto de la roca, Jutaro volvió a poner a prueba su cuerpo brincando de roca en roca como si le hubiesen crecido un par de alas. Preparó su mente para empezar a practicar ejercicios de Koto ryu y Togakure ryu y esperó a la mañana siguiente.
Se levantó antes del alba y practicó taijutsu sobre la roca, y estaba tan lleno de vitalidad que parecía como si golpease con la energía del sol. Con la luz a sus espaldas golpeó una roca y la hizo pedazos. Trepó a un gran árbol, dio un salto mortal y volvió de nuevo a saltar al suelo. Estuvo también practicando patadas voladoras en el agua.
Jutaro cambió de nombre - Kikaku (Cuernos del Demonio) Jutaro - y como ese nombre implica, fue un hombre que siempre cumplió lo que se propuso.
Los animales de los montes cercanos se acercaban a mirar y el extraño viejo volvió como si pudiera sentir el fuerte espíritu con el que Jutaro destrozaba rocas y abatía árboles indiferente a sus dedos del pie rotos. "Parece que estás completamente curado", le dijo, y Jutaro pareció envuelto por los compasivos ojos del viejo.
- Muchas gracias. Gracias por su ayuda, estoy completamente repuesto. Usted posee un poder especial. ¿Es usted un médico que visita a los pacientes de estas montañas?
- Dices cosas raras. Los seres humanos sólo ven con los ojos de su cara y no les gusta usar los ojos que hay en sus corazones. Tú sí lo haces, pero la gente dice que no puede y por eso no saben cómo hacerlo.
- ¿Es eso cierto?
- Tú has entrenado mucho en las artes marciales, tu vista afilada y tus movimientos me han impresionado.
- Usted sabe que he estado practicando artes marciales - replicó Jutaro -. Aún soy un principiante. Toda Sensei solía decir que uno no tenía que ofrecer a los demás el aspecto de que practica artes marciales.
- Yo creo que está bien porque aún eres muy joven. Cuando comparo la verdad interna de las artes marciales y de la religión, veo que son muy similares en su naturaleza.
Este episodio me hace recordar una conversación mantenida entre Takamatsu Sensei y yo mismo hace trece años. Fue alrededor de un año antes de su muerte, y dijo, "He decidido dejarlo todo en las manos de Masaaki Hatsumi. Pienso que eres la persona más adecuada en lo que concierne a las artes marciales. Ahora yo soy capaz de devolverles a Toda Sensei y a Ishitani Sensei su bondad y consideración. Pienso continuar mis estudios dentro de los secretos de la Naturaleza."
"Por ejemplo", continuó el viejo, "yo puedo predecir que el enemigo vendrá antes de que lo haga, puedo incluso noquear a un enemigo sin ni siquiera verlo. Yo ya sabía de antemano que tú caerías enfermo. Tú posees un talento especial que te permitirá llegar a ser un experto en cualquier campo que elijas. Pero debes recordar siempre mantener una actitud mental apropiada."
Con estas palabras el viejo desapareció una vez más en las montañas.
Un día, un asceta llegó a la cabaña buscando refugio de la lluvia. Había estado lloviendo desde la mañana y el asceta dijo que tenía muchas posibilidades de encontrar algún tengu (duendes narigudos), ya que siempre iba meditando por las montañas.
La lluvia no arreciaba y el asceta solicitó permiso a Jutaro para pasar allí la noche pues no podía volver a casa. Jutaro le dijo que era bienvenido pero que no tenía ni ropa de cama ni mantas que ofrecerle. El asceta dijo que estaba bien; dormir en el suelo con raíces de árbol era ideal.
Mientras tanto, el viento empezó a soplar fuertemente y la lluvia caía a raudales en la cercana hoya produciendo un gran estrépito. El viento empezó a reír y una gran roca se desmoronó en pedazos y cayó al suelo. El corrimiento de tierra alcanzó el cobertizo que fue arrastrado casi en su totalidad hacia la hoya de la cascada. Con toda esta confusión el asceta comenzó a temblar de miedo y Jutaro se preguntó qué había sucedido con la confianza que el asceta tenía antes. Su visitante dijo que era muy peligroso permanecer o descender de la montaña con el viento y la lluvia.
Jutaro forzó una sonrisa y se acostó en el suelo. Podía oír el ruido de las rocas golpeando el cobertizo y al mismo tiempo las paredes astillándose. La grieta se paró a treinta centímetros por encima de su cabeza y en su sueño murmuró que el cobertizo estaba a salvo. Una vez más sonó un largo crujido.
Jutaro se despertó con el brillo de los rayos del sol. Quería ver los daños que el tifón había causado pero no pudo abrir la puerta de atrás para salir al exterior así que salió por el frente y rodeó la choza, donde pudo ver una gran pila de rocas. Jutaro se maravilló al ver la barrera natural de protección que se había creado y, sin más, continuó con su entrenamiento.
Un día vio el reflejo de la cara del viejo en el agua y no dudó en gritar "¡Sensei!".
"Eres un buen chico y he decidido enseñarte todo lo que sé. Vamos a empezar ahora mismo".
El viejo decidió enseñarle a Jutaro la forma de predecir cuánto va durar la vida de una persona, a ver en la oscuridad, y a libertar a los animales. Adquirir estos conocimientos le había llevado al viejo toda una vida. También enseñó a Jutaro la forma de encontrar los cambios de la naturaleza y cómo pronosticar las calamidades antes de que ocurrieran.
Jutaro empezó a ver la luz cuando comprendió que el ninjutsu, el karate y el jutaijutsu que había aprendido hasta ahora eran técnicas de vida, para la supervivencia. Y una sonrisa cruzó su cara. "He estado entrenando creyendo que las artes marciales te proveen de unas técnicas para vencer al enemigo, mientras que el Ninpo es el arte del sigilo, el camino de la invisibilidad. Pero cuando pienso acerca del camino correcto para llegar a la iluminación o a la naturaleza de estas artes, la cosa se reduce a aprender las leyes de la Naturaleza". Jutaro decidió continuar su encuentro con la Madre Naturaleza por otros tres meses y pasó esos días entrenando su cuerpo y su mente. La razón por la cual escogió ese período de tiempo es que el nueve es el más fuerte de los números y el diez simboliza hacer un voto para realizar un deseo.
Cuando pasaron noventa días, Jutaro se despidió de la gran rana, de la gran serpiente, de la fuente de la montaña y de las rocas y de los árboles que le habían amparado durante su estancia en las montañas. Y entonces descendió al llano.
Mi maestro entrenó y alcanzó su despertar espiritual en las grandes montañas de la Madre Naturaleza, pero dejadme decir que yo alcancé la iluminación espiritual en la jungla de asfalto de la gran ciudad. Las bestias salvajes llamadas seres humanos viven en las ciudades de hoy en día. Según el psicoanalista inglés Dr. Anthony Stowe: "Nosotros, los seres humanos, somos los más crueles e insensibles animales que existen en la tierra. Es un error pensar que un ser humano normal no puede llegar a ser excesivamente brutal. Todos tenemos un instinto salvaje en nuestro interior que nos hace matar, torturar y luchar en las guerras."
Las grandes ciudades de hoy en día están llenas de peligros, los coches atraviesan la ciudad a toda velocidad y las trampas llamadas escándalos pueden encontrarse dondequiera que vayas. Por cada obstáculo o peligro que puedas encontrar en la naturaleza salvaje hay uno paralelo en cada gran ciudad.
Por eso creo que me puedo considerar a mí mismo como un ninja moderno, ya que alcancé el despertar espiritual recluyéndome en la jungla de la ciudad moderna.
Traducción por:
Dani Esteban -Kôryu-, Estudiante Bujinkan desde 1987
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